-Por Xavier Ferro-
“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto
dentro de mí.”
(Salmo 51:10)
David, el ungido del Señor. Aquel valiente que en su juventud había derrotado
al gigante. Aquel que aun siendo un muchachito fue reconocido como héroe
nacional por sus victorias, convirtiéndose en un referente para todos. Ese
hombre que había mantenido su corazón sincronizado al de Dios, HOY se
encontraba muy distante de ser ese que un día fue.
En este amargo presente, David es un hombre adulto, rey de Israel. Dios
había recompensado sus años de fidelidad en las persecuciones de Saúl. Sin
embargo, en la cresta de la ola de su reinado, David cometió un error. Las
cosas se le fueron de las manos, y por dejarse llevar por sus deseos pecó
adulterando con Betsabe y oculto ese pecado en su corazón, asesinando al esposo
de esta mujer. Aunque ese error permanecía escondido, le había robado ese
brillo que lo caracterizaba. (Sal. 32:3)
Nadie lo notaba, pero el ya no era el mismo. Las personas lo seguían
llamando “el rey de Israel”. Aún continuaba visible en su puesto, pero esa
unción que un día tuvo, se HABIA APAGADO. Ya no oraba como antes, ya no adoraba
como antes, ni tampoco escribía esos salmos que fluían de momentos íntimos con
Dios. Aunque no había perdido su ministerio, había perdido algo mucho peor, la
esencia por la que un día fue llamado por Dios. La esencia del porque había
sido ungido, HABÍA PERDIDO ESE CORAZÓN CONFORME AL CORAZÓN DE DIOS.
Un año había pasado de este pecado, muy pocos se enteraron, quizás nadie
lo supo. David creyó que era cosa del pasado, pero olvido algo muy importante,
el Señor si lo había visto. En un acto de justicia, Dios lo confronta sin
filtros, a través del profeta Natán (2Sm.12). Ante esta Palabra le brinda la
ocasión de decidir: ¿Qué vas a hacer David? Dios lo pone en evidencia, pero
también le da la oportunidad de volver a enfocarse en su propósito.
Imagino esos momentos de convicción. Sus pecados volvían a su mente
proyectándose como una película. Finalmente comprendió su error, y por sobre
todo, comprendió CUANTO HABÍA LASTIMADO EL CORAZÓN DE DIOS. Arrepentido,
escribe el salmo más desgarrador jamás escrito: y clama: “CREA EN MI UN LIMPIO CORAZON”
como quien dice: “NO TENGO ESE CORAZON QUE DEBO TENER, NO SOY ESE HOMBRE QUE
QUIERES QUE SEA… ¡CREALO EN MI INTERIOR, HAZME DE NUEVO!, ¡RENUEVAME DIOS
MIO!”.
Dios escucha estas palabras y por este reconocimiento humilde, la
segunda oportunidad divina se hizo presente, David pudo volver a empezar.
DECLARO ESTA PALABRA SOBRE TU VIDA:
¡DIOS TE HA LEVANTADO PARA SER SU REFERENTE, PARA ESTAR AL FRENTE DE
BATALLAS, PARA INSPIRAR A OTRAS PERSONAS, PARA PREDICAR EL EVANGELIO! SI EN
ALGUN PUNTO TE HAS DESVIADO DE ESE PROPÓSITO O DE ESE SUEÑO QUE UN PRINCIPIO
TENÍAS BIEN EN CLARO, Y HOY ESTAS DESENFOCADO, DESANIMADO Y SIENTES QUE NO ERES
NI UN CUARTO DE LO QUE UN DÍA FUISTE EN DIOS. ¡HOY ES EL TIEMPO DE EXAMINAR TU
CORAZÓN, DE DESCUBRIR DONDE COMENZÓ EL PUNTO DE QUIEBRE, Y DE IDENTIFICAR ESE
ERROR PARA RECIBIR EL RESETEO DE DIOS!
¡VAMOS, HOY DIOS TE BRINDA UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD!, PERO PRIMERO DEBES
DECIDIR DEJAR EL ERROR ATRÁS, RECONOCIENDOLO Y RENUNCIANDO A EL. ES EL TIEMPO
DE QUE DIOS FORJE TU CARÁCTER Y ARRANQUE DE RAÍZ ESO QUE HA IMPEDIDO EL
CRECIMIENTO DE CRISTO EN TU VIDA. ¡VAMOS VUELVE A LA CARRERA, RECUPERA ESA
UNCION, Y DEJA ESE ESTANCAMIENTO! ¡PORQUE TODAVÍA TIENES MUCHO POR DELANTE!”
¡DESPIÉRTATE, TÚ QUE DUERMES, Y LEVÁNTATE DE LOS MUERTOS, Y TE ALUMBRARÁ
CRISTO!”(Ef.5:14)
¡QUE DIOS TE BENDIGA ENORMEMENTE!